Cómo hacerse cuerpo
Con ese título se presenta una exposición en el que fue inaugurada el lunes 18 de mayo y que estará abierta al público hasta el 15 de junio, en ArtEspacio CAF, en la Avenida Aniceto Arce No 2915, zona San Jorge, en La Paz, los horarios de oficina de esa entidad.
2015
La exposición de Alejandra Alarcón está compuesta por 20 obras, todas acuarelas sobre papel, que han sido realizadas entre el 2006 y el 2013. Algunas forman parte de una serie y otras parecieran ser aisladas aunque mantienen una relación temática con la producción total de la artista. Las dimensiones de las obras van desde las pequeñas Zapatillas rojas, de 20 x 14,8 cm., hasta obras grandes de 77 x 55 cm., como Niña con pulpo en la mano. Las más antiguas son un grupo de siete obras de una serie titulada Zapatillas rojas, I-VII, realizadas el año 2006. Le siguen obras que son parte de la serie “El olor del Clan” realizada el año 2008, con obras como: Niña pulpo con un solo tentáculo, Pulpo verde con piernitas, Niña en capelo con pulpo, Niña con pulpo en la mano, y Niño con pulpo. Otras son: Caperucita la más roja, 2007; Contigo (Niña dormida con títeres), 2008; y, True Love (Dos niños con conejo), 2008; Contigo (Niña con títeres rojos), 2012; Sirena (Niña con calzón de ancla y pez), 2011; Cinderella ending (Caperucita volando con lobos), 2012; Vendrá el apocalipsis y tendrás tus ojos (Niña con laberinto de sangre), 2013; Caústico (Vestido y tijera), 2013.
Las obras de esta exposición llaman la atención por la sencillez y sobriedad en el desarrollo de los temas. Son acuarelas muy bien logradas, con lavados, chorreados, salpicados, todos muy delicados y suaves, con predominio del color rojo para las caperucitas y verde para los pulpos.
La pintura está sobre un dibujo con lápiz muy delicado, sutil, suave, de gran seguridad y finura en el trazo. Alarcón se muestra como una notabilísima dibujante y acuarelista.
La delicadeza del dibujo y de la acuarela remite tanto a la obra de la escritora y dibujante inglesa de cuentos infantiles Beatrix Potter (1866-1943), como a los dibujos informales o manga japoneses, algunos de cuyos autores representan voluptuosas mujercitas de ojos grandes e inocencia aparente.
Alejandra usa un innegable lenguaje de género femenino. La temática constante de su producción tiene que ver con la visión de género, donde uno de los roles analizados es el de la madre que cuenta historias con moraleja a sus niños. Ella ha escogido a varios personajes femeninos de los cuentos infantiles tradicionales. El personaje simbólico más frecuentemente tratado es el de la “Caperucita roja”, de Perrault y los hermanos Grimm, que según esos cuentos es una niña frágil, bondadosa, servicial, con sentido familiar. En el cuento es victima del acoso, persecución y seducción del lobo feroz, el género masculino representado como insaciable, ávido, rapaz y pertinaz.
Tal como los cuentos infantiles tradicionales, que tienen varias posibles lecturas e interpretaciones en distintos grados de profundidad, así también son las obras de Alejandra que se pueden interpretar desde varios temas y puntos de vista. La obra de Alejandra Alarcón juega visual y literalmente con los temas y sus límites equívocos, ambiguos, la Caperucita roja en sus pinturas no es una niña, es una jovencita bella, sensual y seductora. Tiene un sutil pero evidente erotismo, desde lo formal de la ejecución hasta la ambigüedad y polivalencia de los significados. La jovencita que levanta sus faldas y muestra su calzón, la que corta con tijeras partes de su vestimenta, la que juega con títeres, la que pasea con feroces lobos, la mujercita que duerme y sueña con títeres.
Como dije, la temática más frecuente es la de caperucita roja y el lobo feroz. Alejandra la ha desarrollado y presentado a lo largo de los años, notablemente una exposición en el Espacio Multifuncional de la Fundación Simón I. Patiño en La Paz. Alejandra trabaja con las ambigüedades y polivalencias semánticas de gestos y atavíos de la doncella, con su atuendo rojo, y el lobo. Ella es unas veces frágil niña, personaje delicado, y otras es seductora y sensual jovencita; mientras que el lobo una veces se multiplica en varios, es amigo, compañero de camino y, otras veces macho seductor, agresivo, feroz, violento.
Alejandra trabaja conceptualmente en torno a la transgresión de los límites implícitos en las historias tradicionales en las que se basa. Deambula ideológica y plásticamente sobre lo ambiguos y difusos que son los “límites”, que pueden convertirse en amplias zonas grises donde los símbolos y significados establecidos parecieran carecer de valor, contenido y sentido. Ha escogido los cuentos infantiles de tradición europea post-medieval para cuestionar la identidad dentro de la indefinición y la ambigüedad; plantea la cuestión de la identidad de la mujer y sus roles, como quien se mira en el espejo y se mira desde el espejo hacia afuera, hacia la imagen de quien se autocontempla, que se multiplica infinitamente. Allí surgen preguntas como: ¿Soy Yo?, ¿Esa es Yo?, ¿Cuál imagen es la real?, ¿Ambas o ninguna?, ¿Cúal es Yo?, ¿Cúal es Otro?, ¿Hay Yo?, ¿Hay Otro? ¿Es Caperucita doncella? ¿Es malo el lobo? ¿Está la identidad sustentada en raíces? ¿Es posible echar raíces en la indefinición, en la ambigüedad, en el “no lugar”?
Alejandra ha hecho con las posibles lecturas de la obra que aquí comento, algo semejante a lo que Quentin Tarantino hizo en sus películas Kill Bill, I y II (2003 y 2004); es decir, Alejandra se apropió de temas e imágenes de los cuentos infantiles y de otras fuentes, y los ha reelaborado desde la realidad del siglo XXI, con los que, además de desmontarlos y reconceptualizarlos, pareciera hacer parodia humorística y perversa de los mismos. Por ejemplo, alguno de los pulpos de las pinturas remite al terrible extraterrestre de Alien, el octavo pasajero, 1977, de Ridley Scott. Otras obras recuerdan inevitablemente a versiones recientes del cine de Hollywood basados en esas historias infantiles como Rapunzel, 2010, producida por Walt Disney Animation Studios, Red Riding Hood, 2011, de Catherine Hardwicke, sobre el cuento homónimo de los hermanos Grimm; Snow White and the Huntsman, 2012, de Rupert Sanders; Maleficent, 2014, de Robert Stromberg, basada también en las historias de Charles Perrault y los hermanos Grimm; o la teleserie que reúne todos los cuentos en una sola historia múltiple: Once upon a time; películas y serie de una Hollywood carente de ideas, que tienen marcado tono “gótico” y evidente perversión de los significados originales.
Alejandra oscila con su temática también en otros ámbitos ambiguos, entre la ensoñación y la vigilia, a la manera calderoniana; los sueños donde todo es posible y la realidad donde los aquellos pueden hacerse reales; también entre la alegría y el dolor, entre la sangre vital y la derramada con dolor y muerte, etc.
La sangre es un hilo conductor vinculado con el lenguaje de género, manejado también con múltiples significados, desde el rojo de la capa y la capucha, la sangre que sube desde la tierra a través de las zapatillas, tal como el mito clásico de Anteo, o la que baja desde los genitales, producto de la regla o de la violencia y que chorrea por las piernas derramándose en el suelo, o el laberinto de sangre en que se contempla la muchacha, cual Narciso (¿Narcisa?) contemporáneo.
Alejandra Alarcón es una de las artistas bolivianas más interesantes del momento actual. Se expresa artísticamente dentro de los lenguajes que hoy caracterizan el arte contemporáneo. Usa como medios de expresión aquellos lenguajes y técnicas tradicionales como la acuarela sobre papel, con formas y contenidos actuales (o los relativamente novedosos como la fotografía y el video, y en este medio es una de las más destacadas en la producción de video-arte, aspectos que no forman parte de esta muestra).
El tratamiento del cuerpo femenino por las artistas ya se hizo desde la última década del siglo XX, como Valia Carvalho (1969) en sus series e instalaciones: Carne silente, 1996, Miradas indiscretas, 1999, Bolivian Nobody, 2001; o Erika Ewel (1970) con sus series Autorretrato, I, II y III, 1999, Retratos de familia, 2007, Agua viva, 2007, por citar algunos ejemplos, entre las que también se puede mencionar la obra de Sol Mateo (1956), Bloody Mary, 1989, y años siguientes. La exposición tiene un “Manifiesto” escrito por la propia Alejandra Alarcón, que se reproduce en el folleto que acompaña a la exposición, en el que explica los conceptos y las maneras de su arte y los motivos y objetivos que la guían. El eje del manifiesto es el tratamiento de la identidad y de las raíces que la sustentan.
Alejandra Alarcón, “Vendrá el apocalipsis y tendrás tus ojos” (Niña con laberinto de sangre), 2013 La curaduría de la exposición, que ha estado a cargo de Douglas Rodrigo Rada, es estupenda, tanto por lo bien que presenta la obra de Alejandra Alarcón, como porque es casi imperceptible su gestión. Es así como, en mi opinión, debe hacerse la curaduría: mostrar la obra de los artistas. Rada forma parte de un grupo de artistas emergentes del siglo XXI, que hacen curaduría sobre la obra de los artistas de su propia generación. Preferiría ver a Rada como artista. La gestión cultural, dentro de la cual está la curaduría de arte, es muy demandante, tanto que se corre el riesgo de perder al artista a causa del desempeño del curador. Así les pasa a muchos artistas que se dedican a enseñar arte, acaban por ser profesores, algunos extraordinariamente buenos, y dejan de tener tiempo para ejercer su arte.